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Quién Soy

Actualizado: 3 nov 2021

Hay preguntas en la vida que son realmente aterradoras. No porque la pregunta en si conlleve algún peligro de verdad, pero la dificultad de responder honestamente, y sobre todo las implicaciones de mirar la verdad a los ojos, y reconocerla, en voz alta, no sólo pueden afectar la imagen que los demás se pueden haber construido sobre uno, o tal vez desenmascarar alguna que otra mentirilla olvidada por ahí, sino que pueden llegar a cuestionar la supuesta verdad sobre la cual nosotros mismos hemos construido nuestra propia identidad.


Quién soy, puede ser la pregunta más difícil de todas.


Uno quisiera salir de este problema rápidamente, esbozando una serie de sentencias rápidas que puedan resultar suficientes para el público general o para justificar un lugar en la sociedad, como: soy un abogado muy rico y despiadado, o soy un contador público meticuloso y esposo conformista, o incluso soy un desadaptado social porque soy rebelde y creativo que quiere convertirse en artista... Pero la verdad es que, si bien una respuesta de cajón puede satisfacer a la gran mayoría de interlocutores, a quienes en realidad les importa un comino quien es uno, porque sólo les importa es sentirse validados ellos, y continuar con su camino, en lo que respecta a uno mismo, es decir a yo con yo, qué tan fácil es realmente dar respuesta a esa pregunta?


En mi caso esto representa un verdadero problema: De niño construí mi identidad, como supongo que lo hizo la gran mayoría, a partir de unos pocos recuerdos propios, muy probablemente deformados por las fantasías infantiles promovidas por el juego, por nuestra ilusión de crecer como héroes o como nuestros padres, por las influencias de la televisión y las historietas que nos vendían prototipos de lo que deberíamos aspirar a ser, pero principalmente (y esto lo he venido a entender ya de viejo) a partir de los relatos de mis padres, abuelos, tíos y allegados, sobre quien y como era uno de niño, de lo que según ellos hacíamos, decíamos, actuábamos, de pronto soportando estos relatos con una u otra fotografía del álbum familiar y que sirve para demostrar que el relato es verdadero y que lo que somos, es más cercano a lo que dicen que soy que lo que yo mismo recuerdo.


Cuando empecé a dilucidar lo que eran los cuentos de mis padres y de mis abuelas sobre quien era yo de niño, comencé a darme cuenta no sólo de que lo que yo creía que eran mis memorias en realidad eran apropiaciones de estos relatos, a los que mi imaginación coloreó y nutrió con vivencias propias y anhelos de complacer a los adultos.


También descubrí que había incoherencias entre estos relatos, entre los "perfiles" que unos y otros dibujaban sobre mi, porque cada uno de estos "perfiles" respondía más al hijo que esperaban que yo fuera, a la ilusión del primogénito que haría brillar el apellido familiar, el nieto superdotado cuya inteligencia y capacidad eran absolutamente precoces y cuyas hazañas eran dignas de ser cantadas por trovadores contemporáneos. (es decir vallenateros, dado que la rama familiar a la que hago referencia principalmente, viene de esa región colombiana que se caracteriza, entre otras cosas, por su inconcebible capacidad para la exageración de cualquier cosa y porque su música típica, el vallenato, nació de la misma manera que las trovas medievales de los juglares, que narraban las historias de pueblo en pueblo llevando y trayendo las noticias)


También estaban los cuentos de tíos y tías, que no eran tan halagadores como los relatos de la abuela sobre el supuesto nieto favorito, pero eran cuentos, que se narraban de manera a complementar el perfil que la familia construía sobre mi, con el fin de ser avalados aceptablemente por mis padres y por la abuela matriarca ( cuentos un tanto acomodados para complacer)


Yo, como niño, acepté todas estas historias, ya que eran las verdades de los adultos y que los adultos siempre tienen la razón, las incorporé a mi memoria, sumándolas a los vagos recuerdos propios, tejidos en una telaraña imposible de desentramar y que constituyó una imagen mas o menos completa de un "yo" que se asume como cierto y sobre el cual hice lo que pude para construir un esquema de valores, características, cualidades dudosas y defectos seguros que como sea hay que mejorar, pero que con el tiempo sólo parecen multiplicarse, en un desesperado intento de complacer a los adultos que son quienes deciden si somos o no seres válidos dentro del grupo social que llamamos familia.


Todo esto para seguir dando vueltas al rededor del mismo punto, evitando realmente enfrentar la pregunta, porque si partimos de la idea de que nosotros construimos nuestro "yo", nuestra "identidad", a partir de nuestra propia historia, la cual se escribe desde nuestros recuerdos, y esos recuerdos están viciados, porque no es posible asegurar que sean ciertos, y de hecho es evidentemente probable que estén bastante lejos de la realidad de lo que fué, porque se construyeron a partir de relatos subjetivos de terceros, cada uno con intereses específicos y propios para "contar el cuento" desde sus propias conveniencias, entonces ese "yo" no nos representa realmente, no nos describe, tal vez, para nada.


Ya sé que este relato suena bastante esquizofrénico, pero está bastante fundamentado, y realmente no es tan grave como podría parecer a primera vista.


En el terreno de la Sociología, y luego desde allí hasta la Psicología y la filo..., se desarrolló recientemente la teoría del Construccionismo social. (menos mal que en esos campos hay dementes mas raros que yo, así no me siento tan desadaptado en comparación. Todavía hay esperanzas)


Esta idea parte del principio de que el "yo" de hecho no existe como tal, sino que se trata más que nada de un discurso: el discurso del "yo" es la forma como yo me narro a mi mismo ante los demás, para que estos tengan una idea de quien soy y para que yo, tenga claro también quien "soy" dentro de ese grupo social.


Este discurso, en realidad, cambia sutilmente o descaradamente en función del contexto, de mi estado anímico, o de los intereses que me motivan: Quien no ha mostrado su mejor cara, con su mejor pinta, y narrado las partes mas decoradas de su discurso del "yo" frente al chico o la chica que desea conquistar en un momento dado, o para conseguir ese empleo que necesito. Cuántas veces hemos cambiado nuestro relato sobre quien somos, dependiendo de con quien estemos: si es con nuestros amigotes, o con nuestras conquistas, o con nuestros padres, o...


¿Personalidades múltiples? ¿Estamos todos "fragmentados? yo un poquito, si...

Continuará, si les interesa...



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