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LA AMBICIÓN INDISPENSABLE

Actualizado: 8 mar 2022


Hay quienes no tienen ningún problema con el tema: Son ambiciosos por naturaleza y están dispuestos a lo que sea para conquistar el mundo por encima de todo. Su deseo de ser reconocidos, poderosos, admirados y recordados por siglos y siglos, es un motor poderoso para levantarse cada mañana y enfrentar las dificultades que se presenten con la fuerza del aventurero invencible, dispuestos a vivir los doce trabajos (de Hércules) para alcanzar su merecido lugar en el firmamento.


Luis Caballero decía que para ser un gran artista era indispensable ser muy ambicioso. Indudablemente él fue un gran artista, y sus propias palabras citadas en diferentes publicaciones dan testimonio de su personalidad y carácter.


En el libro LUIS CABALLERO- homenaje, de Villegas Editores, en la página 15 se lee lo siguiente:


-En 1990 cuando pintaba el inmenso lienzo llamado "Gran Telón" (aunque no tiene título) en la Galería Garcés Velázquez de Bogotá, Luis Caballero explicó sus intenciones: "Hay que intentar hacer una gran obra. En general el arte contemporáneo peca por falta de ambición. En la plástica hacer una gran obra es crear una imagen necesaria: lo demás es decoración.


No se refería al gran tamaño del cuadro que por esos días estaba pintando (cinco metros por seis); sino a la ambición descomunal, desmesurada, que hay, debe haber, en el origen de la gran obra de arte (sea en pintura, en poesía, en música, etc.). Y aún antes de la composición y la ejecución de la obra: en su propósito. Una ambición que se resume en la decisión demoníaca de rivalizar con Dios, de crear y no simplemente de representar lo creado: la creación ajena. Lo que hace a Luis Caballero es el tamaño de su ambición."-


Para quienes han estudiado la Historia del Arte Universal (Universal, Por Dios!, que prepotente este término), es sabido que artistas extraordinarios como Miguel Ángel Buonarrotti, Leonardo Da Vinci, Pierre Paul Rubens, Auguste Rodin, Picasso, Dalí, al igual que Beethoven, Mozart, Brahms, Stravinski, y también Shakespeare, Víctor Hugo, Gustav Eiffel y Le Corbusier y otros tantos titanes cuyo brillo es tan fuerte que rivalizan con las mismas estrellas, fueron personas de un inmenso orgullo y una inmensa ambición, pero gracias a ello, llegaron más lejos que cualquiera: abrazaron la meta que querían alcanzar, y esto tal vez valida fuertemente la postura de Caballero: desde esta perspectiva, él tenía absolutamente toda la razón.

 

Otras personas enfrentan cuestionamientos éticos y morales con respecto a la ambición y la ven de mala manera, por tantos ejemplos de personas que han sido capaces de infamias y maltratos épicos para conseguir sus objetivos. Muchos han sido víctimas del camino arrasador del conquistador ambicioso que no se detiene ante nada, y la indignación y sentimiento de injusticia les hace cuestionar la ambición, e incluso transitar el camino en dirección opuesta.

"El pecado del orgullo", es una idea o un pensamiento que refuerza este conflicto relacionado con la ambición, así como tantas otras doctrinas de la iglesia católica y cristiana, como aquella frase célebre que dice: "Primero pasará un camello por el ojo de una aguja, que un rico entre al reino de los cielos", o las enseñanzas budistas sobre el desapego y la humildad, el ego como trampa mortal al camino de la iluminación...

Si el camino que escogemos recorrer en la vida está determinado por nuestras creencias espirituales, la propuesta de Luis Caballero resulta difícil de asumir, pues tiende a entrar en conflicto con las enseñanzas de la mayoría de los senderos espirituales, que buscan un sentido de compasión, fraternidad y desapego como caminos de crecimiento individual y colectivo, y apuestan en ello la posibilidad de una convivencia pacífica entre humanos y con la naturaleza, o como camino de redención.


Pero no necesariamente se requiere una actitud religiosa o espiritual para encontrar difícil de aceptar el camino de la ambición: Podemos tener una visión más social del mundo, más filantrópica o desinteresada, o simplemente no buscar el mismo tipo de reconocimiento, trascendencia de nuestro nombre o legado artístico después de nuestra muerte; puede que no busquemos encontrar un lugar en los libros de historia del arte "Universal" (puede que incluso ya ni hagan libros en algún futuro).

Es posible que consideremos que la necesidad de fama y poder, influencia y dinero, sean para nosotros estrategias tal vez inmaduras que tratan de ocultar nuestro miedo a la muerte, a la vulnerabilidad que nos caracteriza, o sean mecanismos de compensación frente a una autoestima realmente frágil y mal cimentada, que tratamos de esconder detrás del yate o el automóvil de lujo.

Podemos tener objetivos diferentes en la vida, más colaborativos, más sociales, más modestos, o quizás, ser altamente ambiciosos, pero no de poder, gloria y fortuna sino ambiciosos de transformación social, de construcción de cultura y de crecimiento humano, de ayuda a regiones y poblaciones, o a vulnerabilidades, o de querer transformar conciencias.

Doris Salcedo, otra artista colombiana de gran reconocimiento internacional se ha dado a conocer por defender un discurso muy diferente al de Luis Caballero. Un discurso sobre la violencia y las víctimas, sobre lo doloroso que le resulta ser testigo impotente de las injusticias de la guerra y la violencia y su afán por construir conciencia social ante esta problemática.

En mi caso particular, trato de no tomar partido frente a este debate, porque pienso que en el respeto por las creencias de cada persona, la decisión y el camino de cada uno, y en particular de cada artista, es totalmente válido y valioso mientras resuene con su conciencia y sus convicciones, y ojalá éstas sean lo suficientemente fuertes como para permitirle alcanzar los horizontes que vislumbra en su destino. Busco comprender las motivaciones profundas que nos definen como personas diferentes y trato de sentir, más allá del conocimiento intelectual, el sentido de lo humano, si es que tiene algún sentido lo que escribo, tratando de no apegarme al apego ni a la ambición, pero me queda la duda de si mi búsqueda no será tal vez demasiado ambiciosa…


Fotografía por Andrés Burbano

A. Santoyo

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